Museo del Prado

Introducción

El Museo Nacional del Prado, en Madrid, España, es uno de los más importantes del mundo, así como uno de los más visitados (el undécimo en 2010). Alfonso Pérez Sánchez, antiguo director de la institución, afirmaba que representa a los ojos del mundo lo más significativo de nuestra cultura y lo más brillante y perdurable de nuestra historia.

Singularmente rico en cuadros de maestros europeos de los siglos XVI al XIX, su principal atractivo radica en la amplia presencia de Velázquez, El Greco, Goya (el artista más extensamente representado en la colección), Tiziano, Rubens y El Bosco, de los que posee las mejores y más extensas colecciones que existen a nivel mundial, a lo que hay que sumar destacados conjuntos de autores tan importantes como Murillo, Ribera, Zurbarán, Rafael, Veronese, Tintoretto o Van Dyck, por citar solo algunos de los más relevantes.

Por crónicas limitaciones de espacio, el museo exhibía una selección de obras de máxima calidad (unas 900), por lo que era definido como la mayor concentración de obras maestras por metro cuadrado. Con la ampliación de Rafael Moneo, se previó que la selección expuesta crecería en un 50%, con unas 450 obras más. En julio de 2011, muy avanzada la reorganización de las salas, la exhibición permanente ha sumado unas 300 obras, por lo que el total expuesto llega a 1150, de un inventario de más de 8600. Además de las pinturas, el Prado posee alrededor de 950 esculturas, 8200 dibujos, 4200 grabados, 800 objetos de artes decorativas, 900 monedas y 800 medallas.


Pintura española

Con casi 4900 piezas, la sección de pintura española no sólo es la más completa y nutrida del Museo, constituyendo el núcleo central de sus fondos, sino que representa también la colección más importante numérica y cualitativamente que de esta escuela existe en el mundo.

Cronológicamente, abarca desde murales románicos del siglo XII hasta el final del siglo XIX. Sus riquísimas colecciones incluyen pintura gótica, desde maestros anónimos a autores como Juan Rodríguez de Toledo, Nicolás Francés, Pedro Berruguete y los hispano flamencos Diego de la Cruz, Bartolomé Bermejo, Juan de Flandes y Fernando Gallego y en el ámbito de la Corona de Aragón Jaume Serra, Lluís Borrassà, Jaume Huguet, Pere Lembrí, Miguel Ximénez, Rodrigo y Francisco de Osona, Joan Reixach y Louis Alincbrot; el Renacimiento español, representado por Pedro Machuca, Juan de Juanes, Fernando Yáñez de la Almedina, o Juan Correa de Vivar; y el manierismo, con Luis de Morales, Blas de Prado y el protagonismo absoluto de El Greco, del que se exhibe el grupo de obras más numeroso de cuantos existen.

El período de mayor brillantez de la pintura española, el Barroco, cuenta con excelentes ejemplos de prácticamente todos los autores y géneros del momento, como Zurbarán, Ribera, Murillo, Juan de Valdés Leal, Juan Bautista Maíno, Alonso Cano, Carreño, Ribalta, José Antolínez, Antonio de Pereda, Francisco Rizi, Herrera el Mozo, y, por encima de todos ellos, el gran maestro de la pintura hispana, Velázquez, del que se expone una colección sin parangón en el mundo, integrada por la mayoría de sus obras maestras. Del siglo XVIII, destaca la extensísima colección de Goya, que comprende todos los períodos y facetas de su arte, incluyendo grabados, dibujos y las célebres Pinturas negras.


Pintura italiana

La colección de pintura italiana consta de más de mil obras y es sin duda uno de los grandes atractivos del Museo, aun cuando adolezca de ciertas lagunas, sobre todo en lo referido a obras anteriores al siglo XVI. A pesar de que ya en tiempos de Juan II de Castilla la literatura italiana tuvo gran influencia en España, las novedades en el campo de las artes plásticas llegaron con retraso, siendo su presencia hasta el siglo XVI muy escasa. Ello fue debido en gran parte a la predilección tanto del propio rey como de su hija, Isabel la Católica, por la pintura flamenca, y es la causa de que la colección de primitivos italianos del Museo sea muy reducida. Son muy escasas, de este modo, las obras correspondientes al Trecento, y las existentes corresponden a autores considerados menores, como Francesco Traini, con una magnífica Virgen con el Niño, obra excepcional por su origen, puesto que procede de la Colección Real, en la que era el único ejemplo de pintura italiana anterior a 1450; Giovanni da Ponte o dos tablas atribuidas inicialmente a Taddeo Gaddi pero que actualmente se consideran de la mano del llamado Maestro de la Madonna della Misericordia, seguidor suyo. La pintura del Quattrocento, en cambio, si bien ofrece un panorama limitado, se precia de poseer auténticas obras maestras de tan importante capítulo de la Historia de la pintura, como el notable Retablo de la Anunciación de Fra Angelico, el Tránsito de la Virgen de Mantegna, tres de las cuatro tablas de La historia de Nastagio degli Onesti de Botticelli o el excelente Cristo muerto, sostenido por un ángel de Antonello da Messina. También hay que citar la pintura La Virgen y el Niño entre dos santas, obra de Giovanni Bellini aunque con amplia participación de taller.

La pintura del Cinquecento inicia el gran periodo de la pintura italiana en el Prado con algunas obras capitales de Rafael (como La Virgen del Pez, Retrato de cardenal, La Perla y El Pasmo de Sicilia). La nutrida colección de obras de este artista (ocho pinturas, entre las autógrafas y las realizadas en mayor o menor parte por sus discípulos) da cuenta del prestigio del que disfrutaba en España, donde sus obras eran enormemente apreciadas y demandadas. El museo carece de ejemplos autógrafos de Leonardo da Vinci, pero cuenta con dos pinturas de su seguidor Bernardino Luini, así como una extraordinaria copia de la Gioconda. Otros nombres señalados de la plástica renacentista presentes son Sebastiano del Piombo, Correggio, Andrea del Sarto y Federico Barocci, autores en el tránsito al Manierismo, muy bien representado también por obras de Parmigianino, Bronzino o Francesco Salviati.


Pintura flamenca

La sección de pintura flamenca es la tercera del Museo, tanto por cantidad (más de mil obras), como por calidad, sólo por detrás de la española y casi al nivel de la italiana. Al igual que en el caso de ambas, gran parte de sus fondos proviene de la Colección Real. Comprende por un lado primitivos flamencos como Robert Campin (con 3 obras de las aproximadamente 20 que se le atribuyen), Weyden (El descendimiento de la cruz), Dieric Bouts, Petrus Christus y Hans Memling, y la mejor colección a nivel mundial de El Bosco. De este artista el museo conserva sus tres obras maestras: los trípticos de El jardín de las delicias, El carro de heno y la Adoración de los Magos. Proceden de la colección personal de Felipe II, que sentía tanta pasión por este enigmático pintor, que ordenó comprar cuantas obras suyas se pudiese, haciendo copiar algunas que no consiguió. Igualmente sobresalientes son las pinturas de Joachim Patinir, (con la mayor colección de obras de este artista), Gerard David, Jan Gossaert (Mabuse), Ambrosius Benson, Jan van Scorel, Anthonis Mor van Dashorst (Antonio Moro), El Triunfo de la Muerte y El vino en la fiesta de san Martín de Pieter Brueghel el Viejo y varias obras de Quentin Metsys y Pieter Coecke van Aelst.

La colección del siglo XVII supera las 600 obras. El Prado posee la más importante colección de Rubens,74 con unas 90 pinturas (la cifra concreta varía según las fuentes puesto que la autoría de algunas de las obras está en discusión). Felipe IV le encargó decenas de cuadros para decorar sus palacios y además fue el principal comprador en la almoneda realizada a su muerte con las obras que poseía en su estudio. El hecho de que muchas de las pinturas del Prado fueran un encargo directo de quien era el rey de uno de los países más poderosos de Europa en aquella época (además de su propio soberano) ha redundado por otra parte en que la ejecución de las mismas sea de una gran calidad media, contándose un buen número de ellas entre sus obras maestras. El Museo tiene también más de 25 ejemplos de van Dyck, varios de Jacob Jordaens, incluyendo su Autorretrato con su familia, y la serie de Los Cinco Sentidos de Jan Brueghel el Viejo (Brueghel de Velours) y Rubens. De lo anteriormente resumido se desprende que es una de las mejores colecciones de pintura flamenca del mundo, a la que tan sólo se puede comparar quizá la del Kunsthistorisches Museum (Museo de Historia del Arte), de Viena.


Pintura francesa

Es la cuarta escuela nacional más extensamente representada, con más de 300 pinturas, aunque a mucha distancia de las tres anteriores. Como en el caso italiano y flamenco, aquí las circunstancias históricas también ejercieron gran influencia, y la casi permanente beligerancia entre España y Francia a lo largo de los siglos XVI y XVII restringió los intercambios artísticos entre ambos países, a lo que se unieron las diferencias de gustos imperantes en cada uno de ellos.

Apenas existen ejemplos anteriores a 1600, aunque entre ellos figura una destacada tabla fechada entre 1405 y 1408, de autor anónimo, tal vez Colart de Laon, adquirida en mayo de 2012: La oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans. Los siglos XVII y XVIII cuentan por su parte con obras magistrales de Poussin, como El Triunfo de David y El Parnaso; de Claudio de Lorena se conserva un conjunto de paisajes sobresalientes, y se conservan un par de pinturas de Simon Vouet y cuatro de Sébastien Bourdon. El tenebrismo cuenta con ejemplos llamativos de Georges de La Tour, Nicolas Tournier y Valentin de Boulogne. Retratistas de los Borbones españoles, como Jean Ranc, Louis-Michel van Loo y Michel-Ange Houasse, así como de los franceses (Hyacinthe Rigaud y Antoine-François Callet) tienen presencia junto a maestros rococós como Watteau y Boucher.